Para la Iglesia católica, la adoración eucarística es aquella oración litúrgica que se realiza frente al Santísimo Sacramento cuando está expuesto para ello.
La adoración es el único culto debido solamente a Dios. Cuando Satanás pretendió tentar a Jesús en el desierto le ofreció todos los reinos, todo el poder de este mundo si él lo adoraba. Satanás, en su soberbia de locura, pretendía para sí la adoración debida a Dios. Jesús le respondió con la Escritura: “Sólo a Dios adorarás y a Él rendirás culto”.
Adorar a Jesucristo en el Santísimo Sacramento es la respuesta de fe y de amor hacia Aquel que siendo Dios se hizo hombre, hacia nuestro Salvador que nos ha amado hasta dar su vida por nosotros y que sigue amándonos con amor eterno. Es el reconocimiento de la misericordia y majestad del Señor, que eligió el Santísimo Sacramento para quedarse con nosotros hasta el fin de mundo.
El cristiano, adorando a Cristo reconoce que Él es Dios, y el católico, adorándolo ante el Santísimo Sacramento, confiesa su presencia real, verdadera y substancial en la Eucaristía. Los católicos que adoran no sólo cumplen con un acto sublime de devoción, sino que, también, dan testimonio del tesoro más grande que tiene la Iglesia, el don de Dios mismo, el don que hace el Padre del Hijo, el don de Cristo de sí mismo, el don que viene por el Espíritu: la Eucaristía.